Como padres, mi mujer y yo visitamos muchos centros antes de decidirnos por aquél en que queríamos que fuesen nuestros hijos en una etapa tan crucial en sus vidas. Buscábamos algo, sin saber bien qué, que nos diese la seguridad de que los niños iban a estar bien, tanto en el aspecto emocional como en el educativo.
Cuando visitamos Acuarela, pudimos ser testigos de las actividades diarias de los niños en las distintas aulas. Vimos que los niños estaban bien, se les veía felices, pero sobre todo notamos la pasión con que las maestras del centro desarrollaban su trabajo. Eso se notaba en la relación entre ellas y los niños, muy cercana, sin un mal gesto. Los niños de dos años ya parecían personitas educadas cuando salían al patio o realizaban alguna actividad en grupo, siempre de buena gana.
Eso era lo que buscábamos, la vocación de las personas que se iban a encargar de ayudarnos en la educación de nuestros hijos en los primeros años de su vida, y en Acuarela la encontramos.

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